El sentimiento

1995 - ROSA REGÁS

Un agujero negro es un objeto de tal densidad que más allá de cierto horizonte impide que escape de su órbita cualquier cosa, incluida la luz. Un agujero negro por tanto es invisible, y no debido a su color o a su falta de color, sino a su inmensa concentración. Así, su existencia no puede verificarse más que a través de la relación que establece con los objetos de su entorno, es decir, mediante la comprobación de las fuerzas gravitatorias con que resisten la atracción, y la observación del ineluctable colapso gravitatorio que les llevará a la caída vertiginosa y a su definitiva desaparición.

Se diría que en su última novela, El sentimiento, José María Guelbenzu ha elegido como método narrativo la metáfora, no del agujero negro cuya voracidad absorbe y hace desaparecer todo cuanto traspasa los límites de su gravitación, sino de un firmamento de agujeros negros encadenados que sin aparecer ni ser vistos se delatan unos a otros para nuestro conocimiento. Porque a lo largo de todo el libro sólo nos será dado a conocer los hechos concretos que jalonan el devenir de sus dos protagonistas, Isabel y Diana, a partir de las reacciones que provocan, del atractivo que tienen para los demás y del que sobre ellas ejercen los objetos y las ideas que las rodean y envuelven; a partir del hastío o el rencor o el ardor con que se mueven otros personajes de la historia; de las dudas y las decepciones que corroen sus relaciones con amigos, amantes y familiares que a su vez sólo se manifiestan por el reguero que dejan tras de sí o la transformación que van creando en ellas, en un juego de espejos que lejos de distorsionar define una realidad compleja, intensa, entremezclada, apuntada en el texto por su hacer y su devenir, jamás por su simple ser o estar.

La memoria, edulcorada y enternecida a veces por la propia sensibilidad de esas mujeres, resentida y esquinada otras por el encono presente o el pasado, se desprende de la mano del narrador en destellos y relámpagos de un tiempo que ha dejado de ser el tiempo real para convertirse en en tiempo de la historia, porque es en él donde los sentimientos y las pasiones se manifiestan y dejan al descubierto el proceso de su formación y desarrollo, lejos de las horas y de los meses y del constante y monótono voltear de la tierra alrededor del sol.

Una historia de dos mujeres que pertenecen a dos mundos distintos, opuestos casi, del universo de un Madrid contemporáneo, configuradas de acuerdo a su propio pasado, pero también a la resistencia y rechazo, o a la solidaridad con que aceptan esa suerte que les ha tocado vivir. El desarrollo inevitable del conocimiento de sí mismas —rápido, intuitivo y seguro en el caso de Isabel, dubitativo, resistente y ensimismado en el de Diana—; sus amores y sus odios irracionales, o incomprensibles; sus dependencias y debilidades; el camino hacia sus objetivos —titubeante y lento de nuevo para Diana, doloroso pero brillante el de Isabel— ronda en torno a un encuentro entre ambas que nunca se producirá pero que aun así está presente en cada página en forma de una atracción irresistible y dolorosa que las transformará en un agujero negro para la otra. Sólo habrá un cruce de sus vidas, no de ellas, y será ese azar, menos aún, ese simple e inofensivo avatar, el que las condene a no conocer sino delirios y fabulaciones cuya trascendencia en su propia historia podría imputarse tal vez a una errónea y superficial interpretación de los movimientos del alma de quienes las rodean, y que en último término será el único e indestructible nexo de unión de esas vidas por lo demás ajenas una a otra.

Diana vivirá obsesionada por el trastorno emocional e irracional que le provoca la mera existencia de Isabel, convencida en su inefable inocencia de que sólo ella está en el origen de todos sus males. No podrá olvidarla ni siquiera cuando ese breve cruce pertenezca ya al pasado, y volverá una y otra vez a ser torturada por él, cada vez que inopinadamente su imagen, su recuerdo o su nombre hagan de ella un ser tan real como la persona que nunca conoció. Un nombre y un rostro que la fulminarán a lo largo de su vida como si de un modo oscuro e irracional hubiera admitido desde siempre que habría de ser ella, Isabel, quien, sin siquiera saberlo, le mostrara con palabras antiguas la verdadera naturaleza de su constante desazón y le diera la clave de su desconcierto. El sentimiento, expresado ahora por su ausencia, es el último y definitivo agujero negro donde se oculta el corazón de la historia: el misterio del hombre que, en su jubilosa sumisión, en su cándida estupidez, Diana creía haber amado.

Una espléndida novela que investiga el comportamiento de las pasiones reales o inventadas, y de sus orígenes y desenlaces. Una historia que deja al desnudo los vericuetos de la sensibilidad de unas mujeres condenadas a luchar consigo mismas y contra una sociedad que nunca sabrán hasta qué punto las acepta. Dos escenarios descritos con precisión y eficacia donde se mueven como un hecho natural los personajes que de ellos nacieron. Con una prosa minuciosa, medida y esclarecedora; en un tiempo distorsionado y fugaz que, sin embargo, permanece para hilvanar el hilo de la narración; y cuya acción transcurre en el mundo de hoy, que de todos modos no parece ser muy distinto para el sentimiento de aquél primigenio en el que debieron manifestarse por primera vez el amor, la ambición, la incriminación, la dependencia.

Página desarrollada por Tres Tristes Tigres