• ESCENAS DE LA VIDA PARROQUIAL
  • Autor George Eliot
  • Editorial Editorial, Barcelona, 2013
  • Traductor Marta Salís
  • nº páginas 544

George Eliot. ESCENAS DE LA VIDA PARROQUIAL

03/2/2014 - JOSÉ MARÍA GUELBENZU

Escenas de la vida parroquial es el primer libro publicado por George Eliot, pseudónimo de Mary Ann Evans (1819-1880). Consta de tres relatos, cada uno de los cuales se apoya en la figura del párroco como eje de una comunidad rural en la época victoriana. Los publicó por separado, por entregas y de manera anónima, en 1856 y al año siguiente aparecieron en forma de libro bajo la firma George Eliot. Mary Ann Evans fue una mujer excepcional por su talento y por su valentía para superar las convenciones de su época. Este libro (prácticamente, una novedad en España) es el precursor de su portentosa obra maestra, Middlemarch (Alba Editorial, 2.000), crónica de la vida de provincias como Escenas… lo es de la vida rural.

Lo que este excelente libro tiene de primerizo se advierte en seguida en su construcción. Inicia cada relato con una amplia introducción de varios capítulos que sirve de presentación del escenario y los personajes que van a desarrollar la historia y, de este modo, tarda en entrar en el conflicto dramático propiamente dicho. Por el contrario, su capacidad de descripción le hacen recrearse en el detalle con gran expresividad, y su estilo noble, de vuelo alto y elegante cadencia, exponen admirablemente ese mundo rural como quien compone una serie de estampas. Esto último hace que al texto le falte narratividad, lo que, sin embargo, no ensombrece en modo alguno la lectura; simplemente, la ralentiza. De hecho, son historias muy bien construídas y perfectamente “amuebladas”.

El relato de los hechos viene de labios de un narrador interviniente, como podemos ver en este ejemplo: “así que dejaremos Camp Villa y nos dirigiremos a la rectoría de Milby, donde está el señor Farquhar con otros dos invitados con los que ha cenado en casa del reverendo Ely, y tiene un poco aburrido a este reverendo caballero con su interminable parloteo”; o en este otro, en el que el narrador entra en consideraciones personales: “La crueldad, como cualquier otro vicio, no requiere ningún motivo fuera de sí misma: sólo requiere una oportunidad”. Los tres relatos abundan en disquisiciones sobre la religión, la moral y el sentido de la vida que se leen con gusto y retratan una época con toda intención.

El mundo de los chismorreos pueblerinos acaba siendo utilizado como la base sobre la que se crea el ambiente en el que se desarrolla cada historia; Eliot expone pacientemente el presente y el pasado de sus personajes antes de entrar en la parte dramática de cada situación. Entonces, sin un cambio de tono ni de ritmo apreciable, entra con toda naturalidad en el meollo de esa parte dramática y lo expande con acierto y emoción. Es el momento en que coge verdadera altura literaria su capacidad de análisis y la exposición de sentimientos. Tres historias por tanto, llenas de gracia, que han de leerse y disfrutarse morosamente. Después, vendrán las obras mayores, como Silas Marner, El molino sobre el Floss o Daniel Deronda.

Hacia el final del tercer relato, leemos esta bellísima y sugestiva frase: “Finalmente, la luz de la mañana apagó la luz de las velas”. Ese juego de luces me ha recordado el momento en que Charles Bovary entra en Les Bertaux y ve la batería de cocina donde espejean las últimas llamas del hogar y la primera luz del día: una hermosa cercanía expresiva. George Eliot es una primera figura de las letras inglesas. Su independencia y actitud ante la vida y la sociedad suscitó tanta reprobación entre las mentes bienpensantes como admiración profunda entre los escritores de su tiempo por su obra, que no ha hecho sino crecer. Que este fuera su primer libro da la medida del talento extraordinario de su autora.

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