• EL OCTAVO DÍA
  • Autor Thortnon Wilder
  • Editorial Automática, Madrid, 2013
  • Traductor Enrique Maldonado Roldán
  • nº páginas 534

Thortnon Wilder. EL OCTAVO DÍA

04/2/2014 - JOSÉ MARÍA GUELBENZU

Thortnon Wilder, autor teatral y novelista de éxito en su momento, se nos aparece hoy como un escritor lleno de buenas intenciones, adscrito al “New Humanism”, coetáneo de escritores como Sinclair Lewis o William Saroyan, que es a quien más podría parecerse; un hombre que posee una visión optimista de los Estados Unidos apoyada en una firme creencia en al valor de la religión como centro de valores morales aunque en alguna de sus obras asome un cierto nihilismo; su temática, bastante variada, se centra sobre todo en la cotidianeidad de ese hombre americano que se construye a sí mismo desde abajo, en la primera mitad del siglo XX, la cual relata con brillantez y minuciosidad, con verdadera preocupación por el retrato psicológico de los personajes que lo aleja de lo que sería estrictamente novela social, pero que le sume de lleno en un realismo sencillo y directo que, en obras como Nuestra ciudad, contiene una fuerte carga de análisis social. Leído hoy, lo que se aprecia fundamentalmente es su preocupación por el destino del hombre, cargado de una ternura que, en una novela como El octavo día, pretende alcanzar calidades de epopeya, una epopeya familiar escrita con la serenidad de los setenta años cumplidos.

El octavo día, novela de estructura no lineal que busca con ello una visión totalizadora del drama de dos familias en un pequeño pueblo minero del estado de Illinois. La trama arranca con un crimen: la muerte de Breckinridge Lansing a manos de su mejor amigo y compañero de trabajo, John Ashley; éste es juzgado y condenado a muerte y, cuando va de camino a cumplir su sentencia, un misterioso grupo de cinco personas asalta el tren que lo conduce al patíbulo y lo libera. A partir de aquí, seguiremos la vida de las familias Lansing y Ashley, distanciadas desde entonces aunque el afecto sigue presente en todos ellos. Con el tiempo se descubrirá que John Ashley no fue el asesino de Breckinridge Lansing, pero no tema el lector porque esta información ni descubre al verdadero asesino ni resta un ápice de emoción e interés al relato. Wilder los retrata, a las familias y a algunos allegados y su progreso en la vida, con un detallismo, frescura y perspicacia realmente admirables. Todos los personajes están excelentemente caracterizados por una escritura no lejana al expresionismo; por otra parte, el carácter épico de la historia, una historia de fe, superación y esperanza en medio de las dificultades de la vida, elimina cualquier posibilidad de costumbrismo.

Son historias de supervivientes que vienen de abajo y salen adelante con su tesón, su ingenio y su espíritu ante la adversidad; gente sencilla que cree en valores sencillos e inmutables. “Arañar centavos uno a uno –dice uno de ellos- puede ser cualquier cosa menos aburrido”. Thortnon Wilder es un escritor que se interroga sobre el sentido de la vida, del mundo, de la condición humana y reflexiona sobre él por medio de los actos y pensamientos de sus personajes con el interés de un cronista y la penetración de un psicólogo. La obra está al servicio de una fe en el hombre que, en los tiempos que corren, puede parecer un tanto ingenua, pero es la vigorosa densidad dramática del relato la que atrapa al lector y lo lleva hasta el final.

Hay que decir, para quien no lo conozca, que Thortnon fue un dramaturgo muy apreciado en su tiempo, ganador de dos Pulitzer de teatro, por Nuestra ciudad y La piel de nuestros dientes. Si bien se encuentra en una línea muy distinta del gran Eugene O´Neill, pues carece de su halo trágico y es un analista menos implacable de la sociedad americana, su recreación del ciudadano medio americano pertenece al mismo tiempo y es muy vigorosa aunque teñida en el fondo de un cierto puritanismo americano. Como novelista obtuvo otro premio Pulitzer por El puente de San Luis rey además del National Book Award por la novela que comentamos.

Página desarrollada por Tres Tristes Tigres