Las reglas de S.S. Van Dine

16/6/2010 - JOSÉ MARÍA GUELBENZU

Normas para la ortodoxa creación de un relato policíaco dictadas por el gran novelista norteamericano S. S. Van Dine y publicadas en 1928 en el American Magazine. En términos generales, la novela policíaca clásica –la edad de oro de la novela-problema y la novela-juego- ha venido ateniéndose a una parte o el total de estas recomendaciones.


1.- El lector y el detective deben tener las mismas posibilidades de resolver el problema.
2.- El autor no tiene derecho de emplear, ante el lector, trucos y tretas distintos de los que el propio culpable emplea ante el detective.
3.- La verdadera novela policíaca debe estar exenta de toda intriga amorosa. Introducir en ella el amor sería, en efecto, perturbar el mecanismo del problema puramente intelectual.
4.- El culpable nunca se debe descubrir bajo los rasgos del propio detective ni de ningún miembro de la policía.
5.- El culpable debe encontrarse mediante una serie de deducciones y no por accidente, por azar ni por confesión espontánea.
6.- Por definición, en toda novela policíaca es necesario un policía. Ahora bien, ese policía debe hacer su trabajo y debe hacerlo bien. Su tarea consiste en reunir los indicios que nos lleven al individuo que ha jugado la mala pasada en el primer capítulo. Si el detective no llega a una conclusión satisfactoria mediante el análisis de los indicios que ha reunido, no habrá resuelto el problema.
7. Una novela policíaca sin cadáver no es una novela policíaca. Hacer leer trescientas páginas sin siquiera ofrecer un crimen, equivaldría a mostrarse demasiado exigente con un lector de novela policíaca.
8.- El problema policíaco debe resolverse con ayuda de medios estrictamente realistas.
10.- El culpable debe ser siempre una persona que haya desempeñado un papel más o menos importante en la historia, es decir, alguien a quien el lector conozca y le interese. Atribuir el crimen en el último capítulo a un personaje que se acaba de presentar o que ha desempeñado en la intriga un papel enteramente insignificante equivaldría, por parte del autor, a confesar su incapacidad de medirse con el lector.
11.- El autor nunca debe escoger al criminal entre el personal doméstico.
12.- No debe de haber más que un culpable, independientemente del número de asesinatos cometidos. Toda la indignación del lector debe poder concentrarse en una sola alma negra.
13. La sociedades secretas, las mafias, no tienen cabida en la novela policíaca. El autor que se vale de ella cae en el terreno de la novela de aventuras u de la novela de espionaje.
14. La manera en que se comete el crimen y los medios que han de levar al descubrimiento del culpable deben ser racionales y científicos. La pseudociencia y sus aparatos puramente imaginarios no tienen cabida en la verdadera novela policíaca.
15. El escritor debe abstener de escoger al culpable entre los profesionales del crimen. Los delitos de los bandidos pertenecen al campo de la policía y no al de los autores y detectives aficionados. Esos delitos componen la grisalla rutinaria de las comisarías, mientras que un crimen cometido por… una anciana conocida por su gran caridad es verdaderamente fascinante.
16. La clave del enigma debe ser aparente a lo largo de toda la novela, desde luego a condición de que el lector sea lo suficientemente perspicaz para captarla, de modo que, si el lector releyera el libro, una vez desvelado el misterio, vería que, en cierto modo, la solución saltaba a los ojos desde el principio, que todos los indicios permitían concluir la identidad del culpable y que, si hubiera sido tan sutil como el propio detective, habría podido penetrar en el misterio sin leer hasta el último capítulo.
17. Lo que se ha presentado como un crimen no se puede mostrar al final de la novela como un accidente ni un suicidio. Imaginar una pesquisa larga y complicada para concluirla mediante tal fiasco, equivaldría a jugar al lector una imperdonable mala pasada.
18. El motivo del crimen debe ser siempre estrictamente personal.
19. Algunos efectos a los que no deberá recurrir ningún autor que se respete:
a) el descubrimiento de la identidad del culpable comparando una colilla de cigarrillo encontrada en el lugar del crimen con los que fuma el sospechoso
b) la sesión espiritista preparada, en el transcurso de la cual el criminal, presa de terror, se delata.
c) las huella digitales falsas
d) la coartada constituída por medio de un maniquí.
e) el perro que no ladra, revelando así que el intruso es conocido en el lugar.
f) el culpable gemelo del sospechoso o un familiar que se le parece hasta confundirse con él
g) la jeringa hipodérmica y el suero de la verdad
h) el asesinato cometido en una habitación cerrada, en presencia de representantes de la policía. Etc.

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