Asistimos al complejo proceso de dos intimidades desveladas en un diálogo. Es una novela excelente que debe figurar entre las mejores de los últimos años.
Cuando llegan noticias de que está a punto de aparecer una nueva novela de José María Guelbenzu, conviene retener el dato y reservar para esa obra un tiempo que la lectura transformará.
Cuando el lector fiel a José María Guelbenzu se encuentra en las páginas de El sentimiento con Julio López Mansur, uno de los protagonistas de su novela anterior, La tierra prometida, es probable, pero sobre todo muy conveniente, que rescate sus recuerdos de una trayectoria novelística iniciada en 1968 con El mercurio y compuesta por seis títulos más.
Ubicar la obra narrativa de José María Guelbenzu es tarea bastante complicada. Publica su primera novela, El mercurio, en un año, 1968, que, aparte de su significación política, coincide con un momento de renovación profunda de la novela española.
En su séptima convocatoria, el Premio Internacional de Novela Plaza y Janés prosigue su estrategia de consolidación, consistente en captar talentos más o menos reconocidos.
La mayoría de los libros que hoy nutren el género tan masiva como efímeramente circulante de la novela suele no resistir a la lectura o suele operar con respecto a ésta como un factor secante.
«Uno jamás puede librarse de sí mismo y, si se interroga, adquiere una pasión que quizá sea la más alta y solitaria de todas: la lucidez, que no es un estado, sino una desgracia digna, un mal menor apasionado; el cuerpo nos salve de su voracidad».
Orquestada en cuatro tiempos, nítida y deliberadamente diferentes, esta tercera novela de Guelbenzu participa del combate, que describe, entre conceptos e imágenes.