2009 - JOSÉ MARÍA POZUELO YVANCOS / ABC
Al paso que va, a J. M. Guelbenzu le va a resultar difícil seguir justificando que sus novelas del género criminal vengan firmadas con las iniciales de su nombre. Tal guiño parecía establecer un distingo que parcelase esta parte de su obra como algo distinto (e implícitamente se supone que menor), un ejercicio en suma menos «comprometido». Digo que le va ser difícil porque a J. M. Guelbenzu sus novelas del género criminal le están creciendo tanto y tan bien que piden medirse de igual a igual con las otras, las de Jose María Guelbenzu. Un escritor que lo es, que tiene las lecturas y pasión literaria que él ha acreditado, acaba por destacar incluso cuando parece que aquello vaya menos con él.
La responsable de que sea así tiene nombre y apellido: Mariana de Marco, la juez protagonista de las cuatro novelas que lleva publicadas. En reseñas de las obras anteriores de la serie pude ya señalar ese hallazgo como un ingrediente feliz. Nada hay mejor para una familia de novelas que dar con un buen personaje. Si bien vincular su fortuna y desarrollo a un sabueso, se llame Marlowe, Maigret o Pepe Carvalho, es condición del género, que en este caso se trate de una mujer, de profesión juez, todavía joven pero ya no tanto, resulta un hallazgo original que modifica y da modernidad al tópico del policía o investigador privado.
Flancos y esquinas. En Un asesinato piadoso, J. M. Guelbenzu se entrega ya decisivamente a su personaje, puesto que el relieve psicológico de Mariana de Marco obtiene en la novela un enorme tratamiento: sus circunstancias vitales de soledad y deseo de cariño, sus vacilaciones, sus debilidades como persona, incluso sus «vicios». Parecería insólito que una juez tuviera los flancos y esquinas que la hacen tan humana como asequible. De tal forma ocurre en esta entrega que podría decirse que la juez De Marco se come la novela, lo cual es lo mejor y lo peor que le ocurre a Un asesinato piadoso. Lo mejor porque son muchas y muy bien traídas las sutilezas de su personalidad, y también la buena manera con la que se van cifrando ciertos diálogos que reflejan la complejidad de los personajes. Guelbenzu no hace los guiños a La Regenta, Madame Bovary y Effie Briest por capricho, sino como vindicador del novelista de estirpe, que sabe que en el pliegue psicológico de la heroína tiene vetas donde explorar aquello que más le interesa.
Trapos sucios. De esa forma, el asesinato, el caso en sí, se va combinando con la «comedia humana» en el contexto de na ciudad de provincias (G..., que es una Gijón literaria). Saca a relucir las miserias y trapos sucios de una burguesía en la que las apariencias esconden un trasfondo iniminaginable. Esa opción es de novelista de la estirpe del XIX, incluso con severos castigos a personajes, aunque alguna vez se le vaya algo la mano. Pero se mueve muy bien con la mayoría de sus criaturas. Un mosaico en el que sobresale Mariana, que va copando la novela, con un desarrollo autónomo que llega a distraer en algún caso el itinerario de la trama criminal.
Aquí se halla el único reproche que cabría hacer. Ciertos pasajes en que la insistiencia en las vacilaciones del personaje y el retardamiento de la solución del caso conlleva reiteraciones que habrían necesitado evitarse. Pero no se me escapa que es opción que no ha nacido de la impericia, sino que J. M. Guelbenzu no está dispuesto a dejar de ser Jose María, y por eso va alargando la sombra de sus itinerarios psicológicos y también su interés por reflejar un momento moral muy especial de la mujer contemporánea.
Hay otra cualidad de esta novela: resulta refrescante en la manera como da cachetes a lo políticamente correcto, entregándonse a la calidad de las contradicciones personales y con valiente ironía hacia las convenciones. Ahí destaca J. M. Guelbenzu como creador libre. La novela va diciendo con voz firme que sigue siendo un lugar donde pueden respirarse las ideas y ventilarse los conflictos más allá de las fotos fijas de los usos sociales. Plantear tal complejidad en una novela que por su trama detectivesca anima a ser leída de un tirón (hay momentos en que no puedes dejarla) era el desafío, y ha resultado su fortuna