• Y las cucharillas eran de Woolworth y La hija del veterinario
  • Autor Barbara Comyns
  • Editorial Alba Editorial, Barcelona, 2012 y 2013
  • Traductor Pilar Vazquez
  • Traductor Trad. de "La hija del veterinario" Catalina Martínez Muñoz
  • nº páginas 240 y 200

Barbara Comyns. Y LAS CUCHARILLAS ERAN DE WOOLWORTH

31/1/2014 - JOSÉ MARÍA GUELBENZU

Barbara Comyns (1909-1992) es una escritora satírica inglesa hasta ahora desconocida en España, donde residió durante dieciocho años con su marido, Richard Comyns, después de llevar una vida tan entretenida como agitada, que incluye una boda con un pintor de vida bohemia –objeto de la primera de las novelas que reseñamos- que acabó tan pronto y mal como en la novela, su trabajo de modelo, su dedicación a la pintura, sus amores con un contrabandista y su segundo matrimonio, que la obliga a salir de Inglaterra debido a la relación de su marido con el espía Kim Philby. Su humor negro y su capacidad de crear personajes que habitan muy a su pesar en el lado turbio de la existencia se compadecen perfectamente con una sencillez de estilo y una eficiencia narrativa digna de causar felicidad en los lectores.

La gran arma de la autora es su habilidoso tratamiento de la ingenuidad. En efecto, las dos protagonistas de estas dos novelas son seres inocentes atormentados por la vida a causa de su inocencia. La primera de ellas, casada con un inútil que no aporta un céntimo al hogar debido al hecho de que es un artista, ha de soportar una vida de pobreza realmente dura (“se me escapó el alma por los agujeros de los zapatos”); Comyns utiliza la ingenuidad, la conmovedora simpleza y el despiste vital de esta muchacha para hacer una afiladísima y demoledora crítica social y de costumbres. El mundo que rodea a Sophie es de indudable estirpe dickensiana; desde el desamparo inicial hasta su peregrinaje, sola y abandonada con su hija Fanny, cuya muerte relata con eficiencia conmovedora, pasando por los encantadores momentos de placer de Sophie cuando consigue algo de dinero, su vida tiene todas las características del melodrama; pero en este caso un melodrama construido con toda lucidez y extrema inteligencia, que nos proporciona una grata y divertidísima novela.

Pero si “Y las cucharillas eran de Woolworth” es una afilada y descarnada comedia triste relatada por un alma simple, con lo que consigue un efecto cómico-dramático estupendo, “La hija del veterinario”, escrita con el mismo estilo, humor y fluidez, es una novela sobre los infortunios de la bondad y la sórdida eficiencia del mal. Volvemos a una protagonista ingenua (la ingenuidad, en manos de Barbara Comyns, es un estilete). Alice, hija de un veterinario cuya anodina y desdichada madre muere dejándola en manos de un padre brutal que la desprecia, queda en manos de éste de una querida que pretende arrojarla en brazos de un miserable para librarse de ella; Alice acaba siendo enviada fuera de casa a cuidar de una dama enferma recluída en su casa con una pareja de siniestros y toscos criados, donde conoce a un joven del que se enamora sin esperanza y… en fin, otro melodrama de tomo y lomo totalmente dickensiano donde encontramos diversos personajes (hasta una Pegotty; en este caso, la señora Churchill) rodeando su constante y lastimosa soledad, una soledad que la ayuda a desarrollar una “peculiaridad”, la capacidad de levitar, que sellará su mala fortuna. En este caso es el mal el que acaba por ahogar a este espíritu desvalido, hermoso y sufriente (“hasta mi forma de llorar es humilde y vulgar”).

Si en la primera novela la amargura acaba siendo atenuada por la comicidad, en esta segunda la comicidad acaba poniendo un nudo de melancólica amargura en la garganta del lector. Barbara Comyns no tiene piedad con el mundo hostil y cruel en el que se cuecen sus personajes, pero a éstos al menos les manifiesta su compasión. Su estilo es tan directo, libre y expresivo como esta frase: “Era una mañana de domingo, y la gente mayor pasaba a mi lado como olas tristes y grises camino de la iglesia”.

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