• Motivo de alarma Trad. de M. Pais
  • Autor Eric Ambler
  • Editorial Ed. El Aleph, Barcelona, 2005
  • nº páginas 368

Motivo de alarma

18/1/2005 - JOSÉ MARÍA GUELBENZU

Motivo de alarma (1938) es la novela inmediatamente anterior a La máscara de Dimitiros (1939), título legendario en el género de novela de espionaje que dio lugar a una película no menos legendaria. A ellas les seguiría otra celebérrima obra, Journey into fear (1940). Esos tres años parecen haber sido los años de gracia de Eric Ambler (1909-1998) aunque no los únicos (The Night-Comers, por ejemplo, es de 1956). Maestro indiscutible del género de intriga, autores de la talla de Graham Greene o John LeCarré así lo han reconocido sin recato.

Lo primero que cabe reconocer en Ambler es su pertenencia a esa sólida tradición narrativa inglesa que, en lo que se refiere a la organización y desarrollo de una estructura de intriga, alcanzó su madurez con aquel extraordinario constructor de tramas que fue Wilkie Collins. Para Ambler, la intriga es algo más que mero ingenio: a medida que crece, va impregnando a los personajes y, con ellos, al ambiente que los rodea hasta conseguir una atmósfera novelesca de verdadero misterio. Los personajes crecen con ella y llega un momento en que aceptamos que todo cuanto sucede es exigencia de la propia novela, que es ella la que lo exige y no el mero ingenio que se limita a cumplir con el entretenimiento.

En Motivo de alarma Ambler coloca al lector del lado del protagonista, Marlow, pero no en su posición, pues Marlon da a entender que relata la historia desde un recuento posterior a los acontecimientos y el lector va a seguir el relato a medida que éste transcurre, codo con codo con las vicisitudes del protagonista. Estamos en 1937, en la Italia de Mussolini. Ambler comienza con un prólogo en el que un narrador anónimo nos cuenta el asesinato de Ferning, un ejecutivo de una compañía inglesa de maquinaria para la fabricación de balas de cañón, un asesinato con apariencia de accidente. A partir de ahí, el autor cede la palabra a Marlow, un ingeniero en paro que es contratado para sustituir a Ferning. Marlow llega a Milán… y empiezan a suceder toda una serie de acontecimientos a cual más inquietante. El escenario político es el de la creación del Eje Berlín-Roma que será decisivo para la puesta en marcha de la Segunda Guerra Mundial; el asunto, una operación destinada a quebrar ese eje.

El relato opera sobre una sensación que va in crescendo: la que invade al lector, tanto como a Marlow, de que poco a poco se va cerrando en torno a éste una trampa cuyos hilos son perceptibles, pero cuyas intenciones permanecen en la oscuridad y cuyos organizadores se mueven en una convincente ambigüedad. La maestría de Ambler se manifiesta de inmediato en la construcción de la intriga: la única ventaja que concede al lector es que le deja intuir en seguida que se trata de una verdadera trampa mientras que Marlow tardará en descubrirlo y, cuando éste lo descubre, el lector camina a la par del protagonista, pues no podría reaccionar de otro modo que como él reacciona. Una estructura perfecta.

Sin dejarse llevar por el efecto sorpresa a modo del conejo sacado de la chistera en el momento oportuno, o del sobresalto sorpresivo, la novela coloca muy bien cada una de las incógnitas que se van sumando sin tomar otra ventaja sobre el lector que la propia de cada suceso (por ejemplo, al final del capítulo de presentación del general Vagas, advierte al lector que éste lleva un bastón-espada, pero antes le ha permitido intuirlo por un detalle); la colocación de detalles que anticipan hechos está hecha con tanta honestidad como maestría estratégica, lo que produce en el lector tanta confianza como emoción. Entonces el lector se entrega sabiendo que se le propone una lectura inteligente y activa, sin merma de la intriga. Así, como decía antes, los personajes, van creciendo con la intriga, que los enriquece mientras se desarrolla, y el resultado es una soberbia historia de espionaje basada en el principio del incauto atrapado en una red de intereses en la que cada una de las partes actúa en busca de sus fines sin reparar en medios.

Veamos un ejemplo de percepción psicológica: en uno de los momentos de máxima tensión, Marlow, que lucha a la desesperada por su vida, ha dejado toda su ropa en el hotel y que se encuentra lejos y en el más absoluto desamparo, se pregunta: ¿cómo me he metido en esto?; su única compensación emocional, su osito mental, es ponerse a recordar donde compró aquella camisa favorita que ha abandonado en el hotel. Y otro ejemplo, éste de estrategia de construcción: en otro momento en que esperan la llegada de un tren que han de abordar están a punto de ser reconocidos como fugitivos; Ambler, que no puede sostener la tensión a la brava por más tiempo sin romper el clima, contiene la dificultad por medio de una conversación que explica un suceso anterior hasta que el tren irrumpe en la estación. ¿De donde viene esta sabiduría? De la pura tradición literaria narrativa perfectamente asimilada por un escritor que hace honor a esa tradición y a los miles de lectores que no están dispuestos a dejarse conducir y engañar por tramas desflecadas, intrigas que chirrían y personajes de cartón-piedra. Esta es una admirable novela de espionaje, perfecta para disfrutar y aprender.

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