• UNO DE LOS NUESTROS
  • Autor Willa Cather
  • Editorial Nórdica, Madrid, 2013
  • Traductor Beatriz Bejarano del Palacio
  • nº páginas 498

Willa Cather. UNO DE LOS NUESTROS

03/2/2014 - JOSÉ MARÍA GUELBENZU

Willa Cather es contemporánea, dentro de la literatura norteamericana, de los Sherwood Anderson, Sinclair Lewis, Jack London o Theodore Dreiser, pero en realidad es un puente entre ellos y los componentes de la “generación perdida”. Su mundo literario es el de los pioneros americanos y, concretamente, el del Estado de Nebraska, a donde fueron a parar emigrantes procedentes sobre todo de Norte y Centroeuropa. Ella había nacido en Virginia y, como el narrador de Mi Ántonia, fue enviada a los ocho años a Nebraska, el primero de los grandes asentamientos al norte del Mississipi tras la Guerra Civil. Allí conoció el duro destino de los creadores de un nuevo espacio americano y el mundo de lo que Alfred Kazin denominó “la aristocracia de las praderas” en oposición a la aristocracia de las ciudades, que puebla el mundo de su también contemporánea Edith Wharton.

Sus primeras novelas ya mostraron a una escritora de grandes temas, dueña de un estilo depurado y poderoso, bien distinto del desaliñado de algunos de sus contemporáneos. Tras su inicio con Oh, pioneros! (Alba Ed.) publicó su obra más famosa, Mi Ántonia (Alba Ed.), un soberbio retrato de mujer y de la lucha por crear una tierra nueva, una obra maestra. Les siguió El canto de la alondra (Pre-Textos), espléndido retrato también de la vida y la lucha de una cantante de ópera. Estas tres novelas son un canto a la América naciente y en su belleza hay un tono elegíaco tan inteligente como conmovedor. La novela que nos ocupa ahora, Uno de los nuestros, es una especie de bisagra en el total de su obra.

El mundo de los fundadores y la aristocracia de las praderas comenzó a declinar tras la primera generación. La generosidad, la solidaridad, el culto al esfuerzo, la belleza de lo salvaje eran valores primordiales que fueron poco a poco sustituídos por la sociedad subsiguiente, más ciudadana, más ocupada en sus negocios, más entregada a los valores del capitalismo. El protagonista de Uno de los nuestros, es un muchacho noble, sencillo y sensible que intuye un mundo más rico, ancho y libre que el de su pueblo, que anhela salir al exterior y estudiar, pero por cosas de la fortuna no puede cumplir su sueño y se ve obligado a encargarse de una de las granjas de su padre y contrae matrimonio con una muchacha del lugar. Su vida, pues, queda sujeta a un ámbito estrecho. Lo cual no quita para que siga rebullendo en él el anhelo de salir de allí, de ser de otro modo. Las noticias de la Gran Guerra que se libra en suelo europeo le conmueven por las atrocidades alemanas y decide alistarse. Cuando lo hace, abandonará al fin su pueblo, entrará en contacto con la realidad del mundo, conocerá a otra gente y a su propia gente de otra manera y se enfrentará a la muerte.

La novela es una bisagra porque en ella coinciden los valores de una vida noble y el atisbo de su decadencia a través de los efectos de una guerra marcada por intereses espúreos. Hay un elogio y lamento elegíacos por lo que representa este hijo de los pioneros y una visión abrumadora del mundo que ha de sustituírlo. La decadencia de aquellos valores que acompañaban a la fundación de un nuevo mundo y el relevo por una sociedad codiciosa, mezquina y explotadora será desde esta novela el tema de fondo de la obra de Willa Cather, decepcionada ella misma, pero poseedora de una entereza literaria y personal que da lugar a una serie de formidables novelas. Donde se ve perfectamente todo esto es en Una dama extraviada (Alba Ed.), una maravillosa novela corta a la que seguirán otras no menos interesantes, hasta que abandone ese mundo amado y perdido y cambie de territorio, como en la excelente La muerte visita al arzobispo (Cátedra).

La historia de Claude Wheeler, uno de los suyos, nos proporciona un relato de una potencia soberana, plagado de descripciones admirables y directas, de imágenes literarias de una fuerza sugestiva imborrable, tanto de la vida en el pueblo como del terrible mundo de la guerra, mostrado con verdad, piedad y maestría. Y tanto Claude Wheeler como los personajes que le rodean son creaciones de una variedad y riqueza sólo posibles gracias a la mano de un gran escritor. Quien no conozca aún a Willa Cather, debería aprovechar esta oportunidad; quien la conozca, volverá a disfrutar con esta bella y conmovedora elegía a la emoción y dureza de la vida de los hombres y mujeres de nuestra época.

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