• Transgresiones I Trad. de Ramón González
  • Autor Donald Westlake, Anne Parry, Joyce Carol Oates, Walter Mosley y Sharyn McCrumb
  • Editorial Rocaeditorial, Barcelona, 2007
  • nº páginas 448

Donald Westlake y otros

17/2/2007 - JOSÉ MARÍA GUELBENZU

Este volumen contiene cinco novelas cortas inéditas, un poco al estilo de lo que fue en tiempos el Ellery Queen´s Mystery Magazine, aunque ésta era más bien una revista en formato libro que reunía sobre todo cuentos, inéditos, de los autores policíacos del momento, algo más sofisticados y selectivos que la ediciones de pulp fiction que dieron de comer a tanto autor de crimen y suspense. En el caso que nos ocupa, se trata de una reunión de novelas cortas encargada por el editor a un prestigioso autor de novela negra, Ed McBain, y expresamente escritas para el volumen.

Lo primero que llama la atención es la diferencia de estilos y tendencias. Hay dos relatos que coinciden en ser dos variantes de un mismo estilo, aunque no en el ambiente. Donald Westlake es un autor del género negro dotado de lo que bien podríamos llamar “vis cómica”. Su mundo es el hampa y su personaje dominante (que aquí aparece) un delincuente de poca monta y no demasiada fortuna (aunque aquí le sonría). Dortmunder y un compinche son contactados por un ex-preso para dar un golpe impecable, sin riesgo, y lo que nos cuenta Westlake es en realidad el intercambio de astucias entre los unos y el otro en pos del botín, todo ello con bastante sentido del humor y mucha soltura. Walter Mosley, por su parte –creador de un detective negro que sale a varias palizas y desprecios racistas por novela- opta por un mundo de delincuentes muy distinto: un gigante sofisticado y bipolar que se mete en un laberinto de conspiraciones, contraconspiraciones y metaconspiraciones lleno de personajes definidos solamente por un rasgo característico, que matan y mueren sin saberse muy bien por qué en un entramado lleno de confusos ideales que resultan incomprensibles para el joven protagonista. La historia desborda a todos, inlcuído el autor, y es sin duda el texto más débil.

La cosa se empieza a animar de la mano de Anne Perry, autora de misterios victorianos bien conocida en España, que en esta ocasión cuenta una historia de rehenes (así se títula, Rehenes) en un marco muy interesante: el enfrentamiento entre el IRA y los protestantes en Irlanda del Norte. En ella concurren dos tipos: los intransigentes y los negociadores, los duros y los pragmáticos, encerrados en una casa de vacaciones de un líder protestante que es secuestrado junto con su familia con tres miembros del IRA. La historia es compleja, pues hay una variedad de actitudes que inciden en el claustrofóbico encierro, un encierro que los reúne bajo la frase luminosa y certera de uno de ellos: “somos rehenes del pasado que hemos creado”. Muy bien contado y medido, podría haber ahondado más en la excelente situación (lo cual no es un reproche sino, como mucho, un lamento personal).

Las dos mejores novelas son las de Carol Oates y McCrumb. La primera cuenta una historia de rapto que apunta en una doble dirección: la maldad infantil y la credulidad culpable de la sociedad, que juzga hechos sin analizarlos. Carol Oates es una escritora excelente, no es una novelista de género negro, pero se atiene a él para narrar con verdadera pericia e intensidad un personaje maligno dentro de una historia que, por otra parte, tiene antecedentes como tal, lo que le resta originalidad; pero su empleo de recursos expresivos para sostener una intriga cada vez más crispada y angustiosa es verdaderamente buena y la conclusión es excelente.

El mejor de los textos es el de Sharyn McCrumb. En puridad no es un relato negro, ni siquiera de género, aunque está sembrado de cadáveres (y el lector descubrirá por qué). Más bien es el relato de la vida de un hombre, un esclavo negro que la junta de médicos de una Facultad de Medicina de Augusta adquiere para usarlo de bedel. El hombre llegará a ser liberado tras la guerra de Secesión y ejercerá de juez en Carolina del Sur hasta que decide retirarse y solicitar de nuevo su antiguo puesto de bedel en la Facultad. ¿Por qué lo hace?: no lo revelaré, pero es el camino por donde discurre y se asienta la belleza, serenidad, interioridad y densidad humana de este personaje, muy bien encuadrado en un momento histórico que no pesa sino que se integra con toda naturalidad en su trayectoria vital. Los personajes secundarios están trazados con unas pocas, pero decisivas, pinceladas y el armonioso conjunto nos muestra una novela corta de verdadera calidad. En fin, puede decirse que, en su conjunto, el volumen es muy interesante y muy adecuado para los aficionados al género y a esos lectores que al entretenimiento le exigen una buena resolución.

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