• Veneno mortal Trad. de Flora Casas
  • Autor Dorothy L. Sayers
  • Editorial Ed. Lumen, Barcelona, 2006
  • nº páginas 336

Veneno mortal

15/9/2006 - JOSÉ MARÍA GUELBENZU

El elegante, culto, coleccionista y sofisticado Lord Peter Wimsey asiste a un juicio en el que se acusa de asesinato a una joven, Harriet Vane, autora de novelas policíacas. Concluido el juicio, en el que los jurados no consiguen ponerse de acuerdo, Lord Wimsey se apresura a ofrecer sus servicios de detective a la Defensa de la acusada, convencido de su inocencia; y en su primera entrevista, en la cárcel, con la señorita Vane ¡la pide en matrimonio!. Cuando el lector se repone de la impresión de ver perder la cabeza por una mujer a este solterón empedernido, de gustos exquisitos y manías perfeccionistas, comienza una de las mejores novelas de Dorothy L. Sayers, la más grande entre las autoras de novelas policíacas, una de las fundadoras del legendario Crime Club.

Nos encontramos con un caso que, en apariencia, dispone de una escasa capacidad de maniobra, pues no hay más que un crimen, una acusada y, como mucho, un posible sospechoso. Sin embargo, esa es la especialidad de Sayers. Ella no necesita de complicadas y enredosas tramas a lo Ellery Queen o S.S. Van Dine; toda su trama está siempre a la vista, como diciendo: “señores, no hay más cera de la que arde”. Y entonces lo que hace es obligarnos a mirar esa vela y esa llama e incluso esa palmatoria hasta que poco a poco la luz va convirtiendo en misterioso y apasionante lo que parecía una sospechosa evidencia.

Esta vez, sin embargo, Lord Peter se retira discretamente de la primera línea y aunque conduce las indagaciones, la ejecución de éstas queda en manos de lo que llamaríamos “personal auxiliar”; este personal lo componen su eficientísimo e impecable mayordomo Bunter y un grupo de señoritas de mediana edad que trabajan en una agencia de mecanografía a las órdenes de la miss Katharine Climpson. En realidad este próspero negocio está financiado por el propio Lord Peter y ocupa a las mencionadas señoritas que, habiendo quedado en el paro, se encontraban en dificultades para acceder a un nuevo trabajo debido a que ya no eran precisamente unas jovencitas. Y tanto el uno como las otras actuarán a favor de Lord Peter como si –espero que a la señora Sayers no le ofendiera la comparación- se tratase de unos “ángeles de Charlie” de corte victoriano. A este negocio lo llama cariñosamente la “residencia felina” y, desde luego, a juzgar por cómo se desenvuelven a lo largo de la novela, Dios nos libre de ser investigados por semejantes husmeadoras. Esto da lugar, como es de suponer, a una excelente recreación costumbrista, pero, al revés de lo que sucede con Agatha Christie, lo que en ésta es tópico y trazo grueso en Sayers es una inteligente y sugestiva descripción del alma inglesa, de ciertas características del alma femenina inglesa de los años treinta en concreto.

Y el humor, particularmente intenso en este libro, es igualmente inteligente y sugestivo. La divertida escena en la que Bunter se refiere al futuro cambio de estado civil de Lord Peter o la estupenda conversación-interrogatorio a los criados del Sr. Urquhart, la iniciación de la Srta. Murchison en las artes del desvalijamiento de cajas fuertes y su posterior infiltración en la oficina del primo del asesinado o la entrada de la Srta. Climpson en la casa de la Sra. Wrayburn seguida de las sesiones de espiritismo por medio de las cuales intenta descubrir su testamento –incluyendo una digresión acerca del inconveniente de entrar en una zapatería cuando estás siguiendo a un sospechoso- son una espléndida muestra de humor refinado que se entrama perfectamente con la atención absorbente de la intriga.

La característica fundamental de la Sra. Sayers es su excelente escritura, muy por encima de la de la mayoría de los autores de crimen y misterio. Ella misma era una personal de excepcional cultura, decidida personalidad y, dentro de las convicciones de una moral victoriana, audacia e independencia. T.S. Eliot, C.S. Lewis y G.K.Chesterton se encontraban entre sus amigos. En Veneno mortal asistiremos al enamoramiento de Lord Peter, lo que añade un plus de morbo a su trabajo detectivesco, pero, sobre todo, asistiremos a una impecable exhibición de ingenio a lo largo de una historia casi despojada de todo accesorio secundario que no desfallece un instante, que apela a nuestra inteligencia de lectores y que nos entretiene con verdadero gusto. Con esta ya son tres sus novelas editadas recientemente (Los nueve sastres, Clásicos Gimlet, 2003 y El misterio del Bellona Club, Lumen, 2005, son las otras dos). Se acabó, pues, lo de rebuscar en librerías de antiguo las viejas ediciones de Molino.

Lo único que disuena un poco son ciertas expresiones en boca de una persona tan distinguida como Lord Wimsey: “Muchísimas gracias, pero ya me han dado el rancho”, “No es bueno para las tripas” o los constantes “y tal” o “y tal y cual” no parecen corresponderse con el estilo de este caballero.

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