• Libertad
  • Autora Isabel Ferrer
  • Editorial Ed. Salamandra, Barcelona, 2011
  • nº páginas 668

Jonathan Franzen. LIBERTAD

16/3/2012 - JOSÉ MARÍA GUELBENZU

Lo primero a señalar en esta novela admirable es el sentido de continuidad con la anterior gran novela de Franzen, Las correcciones. Como en ella, nos encontramos ante otra familia, esta vez en un escenario que cubre, sobre todo, el período de la presidencia de George W. Bush. Como en ella, también, el autor va a cerrar el foco sobre unos individuos que, como tales, representan el mundo de la clase media americana a través de su existencia como individuos. Su eficiencia, sin embargo, no reside en representar a esa clase media en un momento histórico de presumible decadencia del Imperio americano sino en representarse a sí mismos, sin más. Lo que sucede es que la veracidad e intensidad de sus vidas es tan poderosa y compleja y está creada y contada con tal acumulación de talento que, como en Las correcciones, se convierte en una impresionante recreación de los conflictos que conforman la vida contemporánea. La diferencia sustancial con Las correcciones está en que la deuda con los novelistas posmodernos ha sido saldada. En esta novela Franzen muestra un estilo propio que lo entronca con todo merecimiento a la gran novela realista norteamericana, en esa línea que va de Theodore Dreiser a Philip Roth. Su escritura está más cerca de un Roth que de un DeLillo, aunque utiliza recursos expresivos más atrevidos que los de Roth.
Los protagonistas de esta historia son el matrimonio formado por Walter y Patty Berglund y un tercero en discordia, Richard Katz. Alrededor suyo se mueven los dos hijos del matrimonio, Joey y Jessica y, en menor medida, una joven colaboradora de Walter, los padres de Walter y Patty y los hermanos de ambos. La novela cuenta la progresiva degradación de las relaciones de los tres primeros al paso del tiempo y con las familias respectivas. Walter es un buen hombre, recto y consciente, firmemente enamorado de Patty, de sólidas convicciones humanitarias y democráticas, de origen modesto y padres conflictivos. Patty es el patito feo de la familia Emerson; sus padres son dos brillantes profesionales y su condición la obliga a competir con sus padres y hermanos buscando un terreno insólito: el de tratar de ser una perfecta ama de casa y madre de sus hijos. Richard Katz es un músico rockero, medio bohemio y desastrado y un seductor. La amistad entre Walter y Richard es firme y conmovedora, pero Patty acaba encontrándose entre los dos porque Walter es la seguridad y Richard la aventura.
El lector asiste al conflicto del trío. El nudo narrativo pone el acento en la insatisfacción de los tres, a la que se añade la dura independencia de los hijos. Walter acaba convirtiéndose en un conservacionista que colabora a su pesar con los poderes económicos para tratar de financiar sus proyectos de defensa de la Naturaleza; Patty se debate entre la insatisfacción matrimonial y la atracción por Richard; este último lo hace entre su deseo por Patty y su amistad con Walter y, poco a poco, con una intensidad que los une y separa, sus vidas van siendo erosionadas por el paso del tiempo, los errores, lo malentendidos, los egoísmos, las pequeñas miserias y las pequeñas grandezas, todo ello bajo el peso de una sociedad que parece caminar por su cuenta marcando un ritmo y unas condiciones que no les pertenecen. La libertad que anhelan, que está en el centro de sus convicciones, se acaba convirtiendo en la libertad de joderse cada uno la vida, según sus propias palabras. Pero la grandeza de la novela está en el modo en que los muestra a todos dentro de una realidad que, si bien los supera y los desgarra, no puede con ellos. Una realidad americana y universal que tan áspera que les cubre el corazón y el alma de magulladuras y heridas, donde la compasión y el dolor se funden con sentimientos a la vez extraviados y auténticos; donde las mentiras se solapan con las buenas intenciones; donde la vida parece tender a la fatalidad. La inteligencia de Franzen se manifiesta precisamente al mostrar los errores y las frustraciones que nos acompañan en la vida como hechos vitales, no como sucesos irreversibles; desde ahí elabora una narración de gran calado humano, una visión de la sociedad de nuestro tiempo a través del zarandeado individuo medio que, colocado en el centro de la misma, trata de entenderse y elegir su libertad.
La riqueza de situaciones, la calidad de los personajes, la complejidad que se halla detrás de sus emociones y decisiones, es abrumadora. Cuando parece que cada uno de ellos no da más de sí, que ha llegado al límite de la condición a la que se han abocado, Franzen siempre abre otra puerta, se interna en otro camino sin que se le escapen los hilos de una trama cada vez más sugerente, donde nada se repite y todo se engrandece a través de una minuciosidad descriptiva inagotable. Hay hallazgos expresivos soberbios, como el relato autobiográfico de Patty en tercera persona. Hay una proeza tal como rematar la novela en alto por medio de una situación en tono bajo, recogiendo con amor y lucidez los pedazos de sus personajes en un contraste prodigioso. Hay un trío de personajes a la altura de los mejores personajes contemporáneos. Hay sabiduría, inteligencia y felicidad en cada página. Esta es una novela verdaderamente grande, emocionante, inolvidable.

José María Guelbenzu.

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